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Formación by RIMSA

La luz y la calidad de la iluminación

Luz: elemento esencial en la vida y en el trabajo

La luz: un elemento vital para el ser humano
La luz es un elemento fundamental de la existencia humana, ya que influye en la salud, la seguridad, la productividad y el bienestar general. Desde su definición física hasta el análisis de su impacto sobre las personas y los entornos profesionales, pasando por los criterios para calificarla y las normativas vigentes, resulta evidente que una correcta gestión de la iluminación es indispensable en cualquier espacio. Profundizar en estos aspectos y aplicar conscientemente las directrices técnicas y legislativas no solo aporta beneficios tangibles para los trabajadores, sino que también contribuye a una mejor calidad de vida.

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¿Qué es la luz?

La luz es una forma de energía electromagnética que, en términos físicos, ocupa una porción específica del espectro electromagnético comprendida entre el infrarrojo y el ultravioleta. Cuando hablamos de “luz” en sentido común, nos referimos principalmente a esta parte del espectro perceptible por el ojo humano, que nos permite ver el mundo que nos rodea.

Pero la luz no es solo un fenómeno físico: también es una fuente de inspiración, un elemento vital para la vida y un objeto de estudio que involucra diversas disciplinas, desde la biología hasta el arte, desde la ingeniería hasta la arquitectura. La importancia de una definición introductoria de la luz radica en que no se limita a un haz de ondas electromagnéticas: la luz también es un fenómeno complejo que puede describirse en términos de fotones, partículas sin masa que transportan energía. Esta doble naturaleza (onda-partícula) ha fascinado a los científicos y ha contribuido al desarrollo de teorías fundamentales como la mecánica cuántica.

Además, la luz nos ofrece un abanico de posibilidades que influyen de forma muy concreta en la vida cotidiana: sin luz no existiría la vida en la Tierra, ya que la fotosíntesis —proceso esencial para el desarrollo de numerosos organismos— depende precisamente de la luz solar.

Por un lado, basta con saber que la luz nos permite ver y percibir los colores; por otro, resulta interesante observar cómo la naturaleza de la luz influye en muchos aspectos de la existencia humana. Pensemos, por ejemplo, en el efecto que la luz natural tiene sobre nuestro reloj biológico y en cómo la iluminación artificial puede extender nuestras actividades más allá del ocaso. Las diferentes fuentes de luz, naturales o artificiales, también producen distintas tonalidades e intensidades, influyendo no solo en la percepción visual, sino también en el estado de ánimo y la productividad.

Para despertar mayor interés, es importante señalar que el estudio de la luz no se limita a la ciencia fundamental, sino que se extiende a campos muy prácticos. La iluminación técnica, por ejemplo, es la disciplina que se encarga de definir los parámetros más adecuados para garantizar un determinado nivel de iluminación en espacios interiores y exteriores. La evolución de las fuentes de luz, desde las incandescentes hasta los LED de última generación, demuestra cómo es posible producir luz de forma cada vez más eficiente, reduciendo el consumo y minimizando el impacto ambiental.

En resumen, la luz no es solo una cuestión de física o técnica: es un elemento esencial para la vida humana y para el progreso de la sociedad. Comprender su naturaleza es el primer paso para apreciar las implicaciones que tiene sobre nuestra salud, nuestro estado de ánimo, nuestra capacidad para trabajar de manera óptima y, en general, sobre nuestro bienestar. Esta primera introducción tiene como objetivo despertar la curiosidad y el deseo de profundizar en los temas que se abordarán en los próximos capítulos, en los que exploraremos la importancia de la luz para el ser humano, su impacto en el trabajo, las metodologías para evaluar su calidad y el marco normativo que regula su uso en los espacios de trabajo.

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¿Por qué la luz es importante para el ser humano?

La luz desempeña un papel fundamental en la vida del ser humano por múltiples razones, que van desde lo biológico hasta lo psicológico y lo social. En primer lugar, la presencia de luz natural es esencial para la síntesis de vitamina D, un nutriente indispensable para la salud ósea y para diversos procesos fisiológicos.

Sin una exposición adecuada a la luz solar, el cuerpo tiene dificultades para producir esta vitamina, lo que aumenta el riesgo de enfermedades como la osteoporosis y trastornos relacionados con el sistema inmunológico.

En el plano psicológico, la luz influye directamente en el estado de ánimo y el bienestar mental. Estudios científicos han demostrado que una exposición correcta a la luz natural ayuda a regular el ritmo circadiano, es decir, el reloj biológico que controla los ciclos de sueño y vigilia. Las personas que pasan muchas horas en espacios poco iluminados o expuestas a luz artificial intensa durante la noche pueden experimentar alteraciones del sueño y desequilibrios psicofísicos. Es conocido, por ejemplo, el trastorno afectivo estacional (SAD), que afecta a algunas personas en los meses de invierno, cuando la menor presencia de luz solar puede causar síntomas depresivos y fatiga.

En el ámbito social y cultural, la luz siempre ha tenido un significado simbólico. Muchas tradiciones religiosas y filosóficas la asocian al conocimiento, la verdad o la divinidad. Durante siglos, la luz ha sido considerada una metáfora del progreso y de la iluminación espiritual. Aún hoy, la capacidad de “dar luz” a un entorno o de “encender” nuevas ideas tiene una connotación fuertemente positiva y se traduce en una atención constante al modo en que los espacios están iluminados, tanto en viviendas como en espacios públicos.

Otro aspecto clave es la seguridad: las áreas adecuadamente iluminadas son menos propensas a sufrir accidentes o actos delictivos. Basta pensar en calles urbanas o en lugares de trabajo donde una iluminación deficiente podría aumentar el riesgo de incidentes o de comportamientos ilícitos. Esta relación entre luz y seguridad impulsa a diseñadores, administraciones y empresas a invertir en sistemas de iluminación de calidad, que no solo garanticen visibilidad, sino que también generen una sensación de confort y protección.

Tampoco se debe subestimar el aspecto estético: la luz se utiliza a menudo como herramienta de diseño para realzar los espacios. El uso de luces direccionales, luces de color o iluminación de acento puede transformar completamente un ambiente, haciéndolo más acogedor, moderno o sugestivo. También en espacios urbanos, las instalaciones lumínicas y proyecciones artísticas tienen el poder de cambiar el rostro de plazas, monumentos o fachadas, creando atmósferas únicas y envolventes.

En resumen, la luz es un elemento vital que influye en la fisiología, la psicología, la seguridad e incluso la estética de la vida humana. Aprender a gestionarla y utilizarla de forma consciente es fundamental para promover el bienestar y la calidad de vida, tanto a nivel individual como colectivo.

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¿Cuál es el impacto de la luz en el trabajo humano?

La luz desempeña un papel central en el entorno laboral, influyendo tanto en la productividad como en el bienestar de los trabajadores. Está ampliamente demostrado que una buena iluminación puede mejorar la concentración, reducir la fatiga visual e incrementar el confort en los espacios de trabajo.

Este efecto se manifiesta no solo en oficinas, sino también en áreas de producción industrial, almacenes y en todos aquellos entornos donde la actividad humana requiere atención y precisión. La luz influye, de hecho, en la velocidad de lectura, en la capacidad de detectar defectos en una línea de producción y, en general, en la calidad del desempeño laboral.

Un aspecto a menudo ignorado es la importancia de una iluminación adecuada durante turnos nocturnos o en espacios sin luz natural. Trabajar en condiciones de baja iluminación o con una luz artificial excesiva durante la noche provoca un desfase del ritmo circadiano. Esto puede derivar en trastornos del sueño, fatiga crónica y disminución de la concentración. Por esta razón, muchas empresas están comenzando a implementar soluciones de iluminación dinámica, capaces de simular lo más fielmente posible el recorrido de la luz solar, ayudando así a mantener un equilibrio psicofísico más estable en sus empleados.

Más allá de la productividad, el impacto de la luz en el trabajo humano también se mide en términos de seguridad. En obras de construcción, instalaciones industriales e incluso oficinas, una iluminación deficiente puede aumentar el riesgo de accidentes, lesiones y errores de evaluación. Si las zonas de paso y los espacios operativos no están bien iluminados, es más probable tropezar, no ver obstáculos o cometer errores durante los procedimientos.

Por lo tanto, invertir en sistemas de iluminación de calidad contribuye a reducir los costes relacionados con accidentes y paradas de producción, en beneficio tanto del trabajador como de la empresa. Igualmente importante es el papel de la luz en el fomento del bienestar psicológico en el lugar de trabajo. Un entorno bien iluminado, que aprovecha la luz natural mediante ventanas amplias o tragaluces, y que se combina con una iluminación artificial diseñada a medida, contribuye a crear una atmósfera agradable. Las personas que trabajan en oficinas oscuras o mal iluminadas tienden a sentirse menos motivadas, más irritables y, en general, menos satisfechas. Por el contrario, los espacios bien iluminados ayudan a reducir el estrés y las tensiones, fomentando la colaboración y el diálogo entre compañeros.

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Por último, cabe destacar que la elección de la fuente luminosa también influye en la eficiencia energética y en los costes operativos de un edificio. Hoy en día, muchas empresas están adoptando soluciones LED y sistemas de control automatizado que regulan la intensidad de la luz según la presencia de personas o la cantidad de luz natural disponible. Estas tecnologías no solo reducen el consumo, sino que también proporcionan una luminosidad más constante y confortable, mejorando el bienestar de los empleados y la imagen de la empresa en términos de sostenibilidad ambiental.

En conclusión, el factor “luz” es determinante para la calidad del trabajo: un diseño adecuado de la iluminación, tanto natural como artificial, incide de forma significativa en la salud psicofísica, la seguridad y la productividad del personal.

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¿Cómo podemos calificar la luz?

Investigación e innovación en iluminación
Las investigaciones y desarrollos recientes en el campo de la iluminación han puesto de relieve tres parámetros imprescindibles para evaluar la calidad de la luz: la intensidad luminosa, la fidelidad en la reproducción del color y la temperatura de color. Aunque suelen mencionarse por separado, estos factores no pueden considerarse de forma aislada: están interrelacionados y contribuyen conjuntamente a crear una experiencia visual cómoda, productiva y, en determinados contextos, incluso terapéutica.

Hablar de “calidad de la luz” no significa referirse a un único parámetro absoluto. Más bien, la luz puede evaluarse a través de una serie de características fundamentales que determinan su impacto visual y su eficacia en un entorno concreto.​

Intensidad luminosa

La intensidad luminosa, expresada en lúmenes o lux según el contexto, indica la cantidad de luz emitida o presente en un espacio. Una intensidad luminosa adecuada es esencial para garantizar la visibilidad y el confort visual. Sin embargo, una mayor intensidad no implica necesariamente una mayor calidad, ya que el exceso de luz puede provocar deslumbramientos, fatiga visual y desperdicio de energía. Por este motivo, la iluminación se diseña teniendo en cuenta las necesidades específicas del espacio: una oficina, por ejemplo, tendrá requisitos distintos a un almacén o una zona expositiva.

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Definición y parámetros de medida

La intensidad luminosa representa la cantidad de luz emitida (o percibida) en un determinado espacio o dirección, y puede expresarse a través de varios parámetros. Entre los más comunes se encuentran:
– Flujo luminoso (lumen, lm): mide la potencia luminosa total emitida por una fuente en todas las direcciones.
– Iluminancia (lux, lx): indica cuántos lúmenes inciden sobre una superficie de 1 m² (1 lux = 1 lumen/m²). Es el parámetro más utilizado en entornos laborales y domésticos, ya que describe cuánta “luz” se recibe realmente sobre una zona determinada.
– Intensidad luminosa (candela, cd): expresa el flujo luminoso por unidad de ángulo sólido y proporciona información útil sobre el comportamiento direccional de una fuente.

Evolución del método de cálculo

Anteriormente, la medición de la intensidad luminosa se realizaba principalmente mediante luxómetros tradicionales, dispositivos que captaban la luz incidente sobre una fotocélula. Con la llegada de los LED y otras fuentes de alta eficiencia, fue necesario adoptar un enfoque más sofisticado, que incluye mediciones fotométricas en laboratorio y simulaciones por ordenador. Estos métodos consideran la distribución fotométrica, el efecto del ángulo de emisión e incluso el comportamiento espectral de la fuente.
Actualmente, programas de cálculo luminotécnico (como Dialux o Relux) permiten importar archivos fotométricos (IES, LDT) facilitados por los fabricantes y simular con precisión cómo se distribuye la luz en un espacio, evaluando tanto la iluminancia media como la uniformidad y el riesgo de deslumbramiento (UGR).

Críticas y posibles mejoras

– Intensidad simple vs. percepción humana: los datos puramente fotométricos no siempre reflejan la percepción subjetiva, que puede verse influida por factores como el contraste o la luminosidad del entorno.
– Efectos biológicos: la iluminancia media y la “cantidad” de luz no consideran el impacto sobre el ritmo circadiano o sobre las funciones visuales en condiciones específicas (como la iluminación nocturna).
– Filtros y sensibilidad espectral: los instrumentos de medición están calibrados frecuentemente según la curva de sensibilidad del ojo humano en condiciones de luz diurna (curva fotópica, V(λ)). Esto puede dar lugar a inconsistencias al evaluar fuentes ricas en componentes infrarrojos o ultravioletas, o aquellas que emiten gran parte de su espectro en bandas poco óptimas para la visión humana.

En respuesta a estas críticas, la investigación está trabajando en la integración de nuevos índices que tengan en cuenta también los componentes biológicos y psicofísicos de la iluminación. Sin embargo, los parámetros estándar (lumen, lux y candela) siguen siendo hoy la referencia fundamental para el diseño de proyectos de iluminación.

Reproducción cromática (CRI)

La reproducción cromática, comúnmente expresada mediante el índice CRI (Color Rendering Index), mide la capacidad de una fuente de luz para reproducir fielmente los colores de los objetos en comparación con una fuente de referencia (generalmente la luz natural).
Un CRI alto (cercano a 100) garantiza una reproducción casi natural de los colores, mientras que valores más bajos pueden distorsionar los matices.
En entornos donde la distinción cromática es crucial —como estudios de diseño, talleres de pintura o servicios médicos— es fundamental optar por fuentes de luz con un CRI elevado.

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Definición y métodos de evaluación

La fidelidad cromática indica en qué medida una fuente luminosa permite percibir con precisión los colores de un objeto en comparación con una fuente de referencia, típicamente la luz del día o un cuerpo negro a una temperatura específica.
El indicador más común es el CRI (Color Rendering Index).
Calculado originalmente comparando la reproducción de entre 8 y 14 muestras de color con la de una fuente ideal, el CRI ofrece un valor en una escala de 0 a 100, donde 100 representa una reproducción cromática de referencia (cercana a la luz natural).

Se han desarrollado otros métodos, como el CQS (Color Quality Scale) y más recientemente el IES TM-30, que proporciona una evaluación más completa y detallada de la calidad de la reproducción cromática.
Este método analiza hasta 99 muestras de color, superando así las limitaciones de los sistemas anteriores.

Evolución del método de cálculo

Las fuentes de luz tradicionales eran principalmente halógenas o fluorescentes, con un espectro más fácil de comparar con un estándar.
Con la generalización de los LED, que tienen espectros de emisión multibanda, el algoritmo del CRI mostró sus límites para representar la realidad de la reproducción cromática.
Algunos tonos, especialmente los rojos profundos (R9) y los verdes saturados, no eran evaluados correctamente.

Para remediar estas carencias, se han integrado un mayor número de muestras y sistemas de cálculo más avanzados, con el fin de reflejar mejor las diferencias espectrales.
El método IES TM-30, por ejemplo, proporciona dos índices principales:
– Rf (índice de fidelidad): mide la fidelidad media de la reproducción cromática
– Rg (índice de gama): describe la amplitud del gamut con respecto al estándar.

Límites y posibles mejoras

– ¿Un solo índice o varios?: contar con varios índices (Rf, Rg, R9, etc.) permite una mayor precisión, pero complica la comparación entre productos
– Contexto de uso: los valores de reproducción cromática deben adaptarse al entorno (quirófano, vivienda, comercio, etc.). Un CRI alto no es indispensable en todos los casos, pero sí esencial en sectores como el médico
– Espectro vs. CRI: los índices basados en la comparación espectral no siempre reflejan la percepción subjetiva del color en condiciones variadas (por ejemplo, iluminación mixta natural-artificial)

RIMSA, como muchos fabricantes de referencia, adapta sus soluciones a estas evoluciones para ofrecer dispositivos que combinan alta eficiencia energética con una reproducción cromática óptima.

Temperatura de color

El término “aromaticidad” es poco común en el ámbito de la iluminación, pero puede interpretarse como la capacidad de una luz para crear una atmósfera o una sensación particular en quien la experimenta. En el ámbito técnico, se hace referencia frecuentemente a la temperatura de color (expresada en Kelvin) para distinguir entre luces más cálidas (por debajo de 3000 K) y luces más frías (por encima de 5000 K). Una luz cálida tiende a ser más relajante y acogedora, mientras que una luz fría se percibe como más estimulante y adecuada para la concentración. La elección de la temperatura de color influye, por tanto, no solo en el aspecto estético de un ambiente, sino también en la sensación psicológica de quienes lo habitan.​

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Definición y métodos de evaluación

La temperatura de color correlacionada (CCT, Correlated Color Temperature), expresada en Kelvin (K), indica si la luz parece “cálida” (valores bajos, alrededor de 2700-3000 K), “neutra” (alrededor de 4000 K) o “fría” (5000 K o más). El concepto proviene del experimento del cuerpo negro calentado: un radiador ideal hipotético (cuerpo negro) que, al calentarse, emite una radiación luminosa cuyo color varía del rojo-anaranjado al blanco-azulado. La curva de Planck describe la relación entre la temperatura del cuerpo negro y el tono de la luz emitida.

Sin embargo, para las fuentes reales (LED, halógenas, fluorescentes, etc.), la temperatura de color solo está “correlacionada” (de ahí el término CCT) con la del cuerpo negro, ya que el espectro emitido no coincide perfectamente con el de un radiador ideal. Esta discrepancia se mide con el DUV (Delta u,v), un índice que cuantifica el alejamiento del espectro real respecto a la curva de Planck. Valores de DUV positivos indican un ligero desplazamiento hacia un tinte verdoso, mientras que los negativos tienden más hacia un tono rosado/violeta.

Evolución del método de cálculo

El esquema clásico se basa en coordenadas tricromáticas (x, y) o (u, v) en el espacio de color CIE. En el pasado, con lámparas incandescentes o halógenas, se obtenía un espectro continuo más próximo al del cuerpo negro. Con la llegada de las lámparas fluorescentes y posteriormente de los LED, se observó cómo la distribución espectral podía crear picos de emisión en ciertas bandas, alterando la percepción visual a pesar de que el CCT nominal fuera, por ejemplo, de 4000 K.

Para hacer más precisa la evaluación, se ha recurrido al DUV, que indica si la fuente está “por encima” o “por debajo” de la curva de Planck. Un CCT de 4000 K con un DUV elevado puede parecer más “verdoso” o “rosado” a simple vista, afectando la armonía cromática de un ambiente.

Críticas y posibles mejoras

– El CCT no es suficiente: definir una luz como “3000 K” o “5000 K” resulta limitado, ya que no explica cómo el espectro afecta la percepción cromática.
– El DUV a menudo se ignora: aunque está disponible, rara vez se comunica al consumidor, lo que puede llevar a discrepancias entre la temperatura de color declarada y la realmente percibida.
– Influencia psicológica y biológica: una luz con CCT “frío” (5500-6500 K) puede estimular el estado de alerta y la concentración, pero resultar inapropiada en contextos de relajación. Sin embargo, la simple elección del “color” no resuelve completamente el problema, ya que también la intensidad, la reproducción cromática y la uniformidad de la iluminación juegan un papel determinante.

Interdependencias entre los valores

¿Por qué es importante considerarlos juntos?

– Experiencia visual global: una alta intensidad luminosa combinada con un bajo índice de reproducción cromática puede generar una percepción artificial; del mismo modo, una luz bien equilibrada espectralmente pero insuficiente en lux no garantiza una visibilidad óptima.
– Salud y bienestar: la combinación de CCT, CRI e iluminancia influye en el confort visual, los ritmos circadianos y el estado de ánimo en entornos con iluminación artificial.
– Optimización energética: el uso de LED de alta eficiencia permite alcanzar buenos niveles de iluminancia con bajo consumo, pero la calidad cromática puede verse comprometida si el diseño no se ha realizado cuidadosamente (por ejemplo, elección de chips LED con espectro optimizado).

Críticas y perspectivas de futuro

– Falta de un índice global: actualmente no existe un parámetro único capaz de sintetizar intensidad, reproducción cromática y temperatura de color en un solo valor comprensible. Esto dificulta la elección de productos y la transmisión de información a los no especialistas.
– Enfoque holístico: la tendencia evoluciona hacia un método de evaluación más global, que también integre el deslumbramiento (UGR), el componente biológico (melanópico) y el confort psicológico.
– Investigación avanzada: empresas de referencia como RIMSA invierten en herramientas de simulación y medición que van más allá de los parámetros tradicionales, integrando análisis espectrales detallados y automatización inteligente (control dinámico de la intensidad y del CCT a lo largo del día).

¿Sería deseable un único índice?

Sin duda sería útil disponer de un índice único que reuniera todas estas dimensiones (intensidad, reproducción cromática, temperatura de color), pero hasta el momento no existe un estándar universalmente reconocido que las integre en un único indicador.
Se han propuesto diferentes enfoques para evaluar la “calidad de la luz”, incluyendo parámetros como la eficacia luminosa, el UGR (Unified Glare Rating) o el impacto biológico (como el índice circadiano). Sin embargo, cada uno se centra en aspectos específicos sin ofrecer una visión completa.

Además, la percepción de la luz es muy subjetiva y depende del contexto: una iluminación perfecta para una tienda de ropa no será necesariamente adecuada para una consulta médica o un restaurante.
Esta complejidad hace difícil establecer un parámetro universal de “calidad”.

Por esta razón, los profesionales de la iluminación, arquitectos e ingenieros utilizan varios valores y normas, seleccionando cada vez los que mejor se adaptan a las necesidades del proyecto.
Una evaluación multidimensional permite obtener soluciones más flexibles y mejor adaptadas a las expectativas reales de los usuarios.

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¿Qué establece la normativa sobre el nivel de iluminación en los lugares de trabajo?

La normativa relativa a los niveles de iluminación en los lugares de trabajo ha sido introducida y perfeccionada con el tiempo para garantizar la salud, la seguridad y el confort de los trabajadores. En España, al igual que en muchos otros países de la Unión Europea, existen normas técnicas y disposiciones legislativas que establecen estándares mínimos de iluminancia para diferentes tipos de actividades.

La normativa relativa a los niveles de iluminación en los lugares de trabajo ha sido introducida y perfeccionada con el tiempo para garantizar la salud, la seguridad y el confort de los trabajadores. En España, al igual que en muchos otros países de la Unión Europea, existen normas técnicas y disposiciones legislativas que establecen estándares mínimos de iluminancia para diferentes tipos de actividades.
Estos estándares no son solo recomendaciones, sino verdaderas obligaciones legales que los empleadores deben cumplir para evitar sanciones y, sobre todo, para proteger el bienestar de sus empleados.
Una de las principales referencias normativas a nivel europeo está constituida por las normas EN (Europäische Norm), que posteriormente se transponen a nivel nacional. En Italia, el D.Lgs. 81/2008 (Texto Único sobre Salud y Seguridad en el Trabajo) acontempla también el tema de la iluminación, remitiéndose con frecuencia a normas técnicas más detalladas, como las normas UNI EN 12464-1 e UNI EN 12464-2, que definen los requisitos luminotécnicos para espacios de trabajo interiores y exteriores. Estas normas especifican, entre otros aspectos, los valores mínimos de iluminancia (expresados en lux) para oficinas, aulas, áreas de producción, pasillos y muchos otros tipos de espacios laborales.
Además de los niveles de iluminancia, las normativas consideran otros parámetros fundamentales como la uniformidad de la luz, el control del deslumbramiento (UGR) y el índice de reproducción cromática (CRI). Garantizar una iluminación uniforme en todo el entorno es importante para evitar zonas de sombra y reducir el riesgo de accidentes causados por diferencias marcadas de luminosidad. El control del deslumbramiento impide que fuentes de luz demasiado intensas o mal posicionadas causen molestias visuales o disminuyan la concentración. En cuanto a la reproducción cromática, las normativas recomiendan en ciertos ámbitos profesionales (sanidad, diseño gráfico, industria alimentaria) el uso de fuentes con un CRI elevado, con el fin de mejorar la precisión de determinadas tareas y garantizar la correcta diferenciación de los colores.
Otro aspecto que las normativas luminotécnicas están empezando a considerar cada vez más es el impacto biológico de la luz. Numerosas investigaciones han demostrado cómo la exposición a ciertas longitudes de onda puede influir en la producción de melatonina y, por consiguiente, en los ritmos sueño-vigilia y en el estado de alerta de los trabajadores. Las nuevas directrices tienden a recomendar, especialmente para turnos nocturnos o entornos sin luz natural, el uso de sistemas dinámicos que modulen la intensidad y la temperatura de color de la luz a lo largo de la jornada laboral.
Por último, es importante recordar que el cumplimiento de la normativa no es solo un deber legal, sino una decisión estratégica para las empresas. Una iluminación adecuada reduce el riesgo de accidentes, fomenta la productividad y contribuye al bienestar físico y mental del personal. Por lo tanto, invertir en soluciones luminotécnicas conformes y bien diseñadas significa reducir los costes asociados a enfermedades profesionales y rotación de personal, además de mejorar la reputación empresarial.
En definitiva, la normativa sobre los niveles de iluminación en los lugares de trabajo no es más que la formalización de principios de sentido común y buenas prácticas, encaminados a crear entornos laborales más seguros, confortables y, en última instancia, más eficientes.